28 ene 2010

Fuera de quicio, de José Luis Alonso de Santos

Nada más irreverente que este texto de José Luis Alonso de Santos en el que las monjas del psiquiátrico trapichean con droga, el director del manicomio –y por lo tanto representante del orden establecido– mata a su mujer, se dedica al espionaje y quién sabe qué más maldades, y la madre superiora en lugar de dedicarse a Dios y a sus obras de caridad se dedica al sexo pecaminoso con un indeseable. En Fuera de quicio las únicas personas razonables son los locos… como en la sociedad mundial de comienzos del S.XXI. Quizá como en todos los tiempos.
Este texto que nació en la libertad voluptuosa y frenética de los años posteriores a la muerte de Franco ahora resulta casi imposible de representar por escandaloso; una cosa es caer en el vicio, que es justificable, y otra que un cómico lo plasme en el papel. En Fuera de Quicio encontramos la mejor herencia del esperpento de Ramón del Valle Inclán, del humor costumbrista de Arniches, la capacidad de absurdo de Miguel Mihura y Enrique Jardiel Poncela y un sarcasmo sobre las personas respetables que encantará al amante del teatro destinado a ser eterno. Alonso de Santos eleva a la categoría de héroe al perdedor, destrona al triunfador y nos nuestra el otro lado de la capa que cubre las miserias de la sociedad.En un extraordinario prólogo Elena Cánovas cuentas las peripecias que ella y el autor vivieron al representar la obra con el grupo Yeses, formado por las presas de la cárcel de Yeserías. Presas y locas se convierten por la magia de autor y directora en personajes míticos de la España de charanga y pandereta que cada vez resulta más extraña.

Afirma en el prólogo del libro Miguel Angel de Rus:

La idea de publicar Fuera de quicio surgió porque al cumplirse los diez años
de Ediciones Irreverentes quisimos celebrarlo editando la obra teatral más
irrespetuosa del último medio siglo. Y nada más irreverente que este texto
de José Luis Alonso de Santos en el que las monjas trapichean con droga, el
director del manicomio –y por lo tanto representante del orden establecido–
mata a su mujer, se dedica al espionaje y quién sabe qué más maldades, y la
madre superiora en lugar de dedicarse a Dios y a sus obras de caridad se
dedica al sexo pecaminoso con un indeseable. En Fuera de quicio las únicas
personas razonables son los locos… como en la sociedad mundial de
comienzos del S.XXI.
De hecho, este texto que nació en la libertad voluptuosa y frenética de
los años posteriores a la muerte de Franco ahora resulta casi imposible de
representar, porque esos dignísimos delincuentes con secretaria que forman
la buena sociedad se escandalizarían de las barbaridades que Alonso de Santos
muestra aquí. Como buenos españoles, los decentes creen que su dios se
lo perdona todo, siempre y cuando no se sepa lo que hacen. Así pues, una
cosa es caer en el vicio, que es justificable, y otra que un cómico lo plasme
en el papel.